La desconfianza hacia nuestra deuda aumenta sin freno, los inversores huyen de las acciones de nuestros bancos y, en general, de la Bolsa, y la preocupación por nuestro país arrastra al euro a nuevas caídas frente al resto de las divisas.
Lo peor de todo ello es que no estamos sólo pasando por una mala coyuntura, sino que empiezan a emerger todas las señales sobre la verdadera situación de nuestra economía. Tenemos un sistema financiero que anda sobre la cuerda floja y que no acaba de atreverse a reconocer cuál es su verdadera situación. Y el Estado sigue acrecentando su deuda, mientras dilapida los restos de la credibilidad heredada de otros tiempos.
En el centro de este terremoto financiero que está empezando a sacudirnos está el Gobierno. Rodríguez Zapatero se embarcó en una estéril política de gasto público para salvar la crisis con el argumento de que nuestra deuda era baja. Hoy tenemos la crisis y la deuda. Quien nos ha metido en ese atolladero es el propio Zapatero. Pero él es incapaz de sacarnos del mismo.
El 12 de mayo dio un giro a su política por las imposiciones de Bruselas y de la Casa Blanca. Los recortes en pensiones no fueron una verdadera reforma. Los efectuados en la inversión pública se han revertido en parte. Y los de la función pública son una caricatura de lo que tendrá que hacer el Gobierno llegado el momento. Quedó pendiente la reforma laboral, pero la aprobada ni ha evitado la huelga general ni va a permitir al mercado de trabajo que se ajuste con celeridad.
La inacción del Gobierno es más preocupante cuanto más pasa el tiempo y se hacen patentes todos los efectos por venir de nuestros desequilibrios. El rescate a Irlanda ha provocado que sólo queden una o dos fichas de dominó en el juego de los rescates o incluso que seamos la próxima. Las llamadas de alerta son cada vez más angustiosas. Ante la incapacidad de Zapatero, un grupo de grandes empresarios acudió al Rey para mostrarle su honda preocupación y ofrecer un conjunto de medidas posibles, muchas necesarias, para salir adelante. El comisario europeo de Competencia, Joaquín Almunia, ha hecho ver que el Gobierno todavía no ha tomado el rumbo de las reformas con determinación y que debe “despejar las dudas” al respecto.
Desde fuera se pasa de la profunda inquietud al temor. The Economist señala que Rodríguez Zapatero tiene en su mano el destino del euro, pues si cae España, la moneda común puede dejar de ser como la conocemos. The New York Times habla abiertamente de la posibilidad de un rescate español, mientras que el Banco Central Europeo ya deja caer que el fondo europeo de rescates tendrá que ampliarse ante la eventualidad de un rescate español. Este viernes, el Wall Street Journal habla de éxodo en masa de los bonos del Gobierno español. Nada de ello es suficiente para que José Luis Rodríguez Zapatero reaccione. Sencillamente, está incapacitado. Además, esa determinación tendría que venir acompañada de un llamamiento sincero a los españoles para que contribuyan con su parte al necesario ajuste de España. Y carece de toda credibilidad.
Por ello cada vez es mayor el clamor, a izquierda y derecha, por unas elecciones generales que darían a los españoles la opción de afrontar la situación y al nuevo Gobierno el impulso para tomar las medidas precisas. Y no hay tiempo que perder, porque la realidad económica ya no nos lo concede. Por patriotismo, por responsabilidad, y como último y único posible servicio a España, José Luis Rodríguez Zapatero tiene que convocar elecciones generales ya.
Noticia extraída de «La Gaceta»