Si deja su compañía en manos de otro empresario, evitará que ésta desaparezca. Pero antes hay que decidir qué pasará con las deudas, los trabajadores o las marcas registradas.
Traspasar un negocio puede ser una buena idea tanto para el que quiere dejar la compañía como para el empresario que desea adquirirla. Con esta fórmula, la empresa no parará su actividad y el nuevo dueño no tendrá que empezar de cero. Pero el proceso no siempre es sencillo: hay que valorar la firma, pensar qué opción es la más beneficiosa para ambas partes y decidir qué va a pasar con la marca, las licencias, los trabajadores o las deudas.
Manuel Romera, director del sector financiero de IE, señala que «el traspaso ideal es el que se da entre un dueño cansado o desmotivado con el negocio y otra persona con ilusión», porque si el cambio de titular se produce cuando hay incertidumbres sobre la rentabilidad de la empresa, la operación creará más dudas a clientes, bancos e inversores. Pero si el negocio es viable, la operación puede ser un éxito.
Sin embargo, es importante elegir bien la modalidad de la operación. Jaime Hidalgo, abogado del despacho Ceca Magán, opina que «no es lo mismo traspasar el local que traspasar la actividad o vender las participaciones sociales». Las diferencias tienen consecuencias ya no sólo jurídicas, sino también tributarias. A la hora de planificar las condiciones, hay que tener en cuenta lo siguiente:
Las deudas. No se transmiten al nuevo propietario de forma automática, hay que pactarlas. Además, el acuerdo tiene que ser aceptado por aquella persona a la que la empresa debe dinero. Si no se hace de forma correcta, el acreedor podrá pedir al dueño anterior que pague la deuda aunque ya no esté en la compañía. Lo mismo ocurre con los créditos que tenga pendientes de cobrar: si no hay pacto, el nuevo empresario no los asume y no podrá exigir que se los hagan efectivos.
Los trabajadores. ¿Qué pasará cuando llegue el nuevo dueño? Es una cuestión que preocupa mucho al personal del negocio. Hidalgo explica que «los trabajadores quedan blindados para que no vean perjudicadas sus condiciones laborales. El empresario deberá velar para que el cambio no afecte a los derechos y condiciones de los empleados».
Las licencias. Para que una empresa pueda operar, necesita una serie de licencias y autorizaciones administrativas. Por eso, antes de cerrar el traspaso, hay que analizar este punto; porque en ocasiones se conceden sobre la base de unas condiciones que no cumple el nuevo propietario. Si no se da esta situación, lo normal es cederlas con el resto de la compañía para que pueda funcionar.
Los impuestos. Dejando a un lado las particularidades que tienen los distintos modelos, hay generalidades que conviene destacar. Si la empresa se transmite como una unidad que puede funcionar por sí misma, la operación no está sujeta a IVA. Tampoco se paga el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales Onerosas, «excepto por los bienes inmuebles, que sí se ven afectados por el tributo», puntualiza Hidalgo. Los cambios en el patrimonio de la compañía tendrán que reflejarse también en el Impuesto de Sociedades.
Los errores más comunes. Romera cree que un error frecuente es decidir el precio final en función de la negociación en vez de hacerlo sobre el valor de la empresa. También cree que, en muchas ocasiones, «se tiene una idea estratégica muy clara pero no se presta atención a los números». Es decir, se dedica mucho esfuerzo a negociar pero no se cuenta con un buen gestor. Otra situación delicada es cuando, después de haber acordado todas las condiciones, hay que firmar el documento. «Los últimos momentos son los más complicados porque es más fácil que alguien se eche atrás», añade Romera».
La confianza. El cambio de propietario no debe ser brusco. El anuncio del traspaso debe hacerse sin complicaciones y teniendo en cuenta la naturaleza de la compañía. Romera explica que «cuando se valora una tienda de ropa, pesa mucho la figura del empresario. Sin embargo, cuando el negocio es una discoteca, esto importa menos». La clave es mantener la confianza del banco, de los inversores y de los clientes. Por eso no es recomendable que el nuevo dueño cambie radicalmente la forma de operar. «Si los proveedores o los bancos ven variaciones importantes, pueden asustarse», puntualiza Romera. Por eso hay que tener una idea clara del proyecto y saber comunicarla.
Un nuevo jefe por responsabilidad
Jerónimo Molina, fundador de Su Asistenta y Arte en Vena.
Después de ocho años dirigiendo Su Asistenta, una empresa madrileña que proporciona servicios domésticos, Jerónimo Molina decidió emprender en el sector artístico. «El negocio dejó de motivarme. Ya no lo alimentaba y tampoco invertía en publicidad», explica. Así que tomó la decisión de traspasarlo. Después de encontrar al candidato ideal, pudo desprenderse definitivamente de su antigua sociedad para centrar sus esfuerzos en Arte en Vena. «Nunca quise cerrar la compañía porque tenía una responsabilidad con clientes y trabajadores», comenta. «Despedir a personas con las que llevas mucho tiempo, sin ofrecerles ninguna alternativa, es una falta de respeto, como dejar a los clientes sin servicio», apunta. Añade que en el sector de servicios domésticos la confianza es fundamental porque el cliente deja las llaves de su casa a un extraño. La búsqueda de un comprador fue larga, «pero una vez que apareció la persona adecuada, el proceso se cerró sin ningún problema». Gracias al traspaso, la empresa continúa prestando el servicio con un nuevo administrador al frente y Molina puede dedicarse exclusivamente a los proyectos artísticos de la nueva organización que ha fundado.
Noticia extraída de: expansión.com