Trepas, vagos y otros colegas con los que cuesta trabajar

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Odiados por todos, son especialistas en conquistar a compañeros y superiores para conseguir su objetivo: trabajar poco y llegar muy alto. Conocerlos es el primer paso para convivir con ellos.

 

Los hay que escurren el bulto, otros que solo piensan en colgarse medallas ajenas y, entre los peores, se encuentran aquellos que no soportan que nadie sea mejor que ellos y hacen todo lo posible por ningunearlos o ponerlos en evidencia siempre que tienen ocasión. Coincidir con alguno en el entorno laboral puede convertirse en un infierno, no sólo para sacar adelante su tarea diaria, también le puede afectar psicológicamente. Identificarlos a tiempo es el principio para aprender a defenderse de ellos y, llegado el caso, tener una estrategia preparada para hacerles frente. Para que nada le pille por sorpresa, explicamos quiénes son, cuáles son sus argucias y cómo lidiar con los profesionales más complicados.

Trepas

Si hay algo que tiene claro este personaje son sus objetivos: quiere llegar a lo más alto de la organización. Y si para ello tiene que pisar cabezas, desacreditar a sus compañeros o mentir lo hara sin dudarlo. Suelen tener poca empatía con sus compañeros, lo que les permite continuar con su actividad sin establecer vínculos profesionales, y mucho menos personales. ¡Cuidado! Los más cínicos utilizan una amistad ficticia para alcanzar su objetivo.

Vagos

No molestan, y apenas hablan… No hacen nada, por eso nada se les puede echar en cara. Suelen cumplir su horario de trabajo a rajatabla y parecer ocupados cuando algún superior ronda cerca. Algunos pueden ser odiosos, pero otros se ganan la simpatía de sus compañeros y… hasta de los jefes que los tratan con desidia porque, «cada cual es como es».

Acomodados

A diferencia de los vagos estos sí cumplen con sus funciones… pero nada más. Han logrado un puesto cómodo que les permite ganar una nómina a final de mes y no hacen el mínimo esfuerzo por destacar. Hay quien asegura que quien se acomoda será el primer despedido. Sin embargo, otros apuntan que una persona tiene todo el derecho a permanecer en el mismo puesto, siempre y cuando no disminuya su rendimiento. Trabajar con un acomodado puede resultar hasta cómodo, una opción nada favorable para su desarrollo, ya que va en contra de la iniciativa y la creatividad que se supone en un buen profesional.

Holgazanes

Son vagos maquiavélicos. Saben perfectamente lo que hacen y, para no ser descubiertos, prolongan cada una de sus funciones. Son los eternos ocupados, pero en realidad sólo están pasando el rato. Al contrario que los vagos, ni siquiera se esfuerzan en despertar simpatía, viven en una especie de despido interior que alimenta una holgazanería que esgrimen como su mejor triunfo.

Escaqueadores

Su creatividad para escapar de obligaciones o tareas que no les gustan es sorprendente, un talento que bien utilizado les haría trabajadores ejemplares. Escurren el bulto con un arte que hasta pueden resultar simpáticos. Frases del tipo «no he recibido ese email» o «a mí no me pagan por eso» forman parte de su discurso. Sus excusas son infinitas. Lo más recomendable para la convivencia es no seguirles el juego, ignorales, de lo contrario se puede caer en su entramado de excusas.

Relaciones públicas

Son expertos en conseguir aliados para sus tretas de forma natural. Poseen una extraordinaria empatía, son extrovertidos y caen muy bien a los demás. Su trabajo consiste precisamente en eso, en caer bien. Su buen rollo engatusa a cualquiera, de manera que antes de que se dé cuenta estará haciendo su trabajo sin protestar, como si de un favor puntual se tratara y… en poco tiempo tendrá más trabajo del que le corresponde mientras el relaciones públicas tiene otras ocupaciones y usted no será el único: estos profesionales son tan populares que suelen tener una corte de admiradores muy fieles y… suelen llegar a jefes.

Medallistas

Creativos como los escaqueadores, su ingenio para colgarse medallas ajenas no tiene límete. Observadores silencisos, nunca le oirá una voz más alta que otra, ni una queja… Rastrean hasta que dan con una víctima trabajadora, un profesional ejemplar con la iniciativa, ilusión y entusiasmo que se presupone a los empleados comprometidos. Se ganarán su confianza y, poco a poco, empezará a vender a compañeros y superiores éxitos que no son suyos. Luchar contra ellos requiere de mucha mano izquierda y valentía: en cuanto perciba que intenta apropiarse de triunfos ajenos, trate de ganarle la batalla con argumentos y en público. El ridículo les horroriza.

Pelotas

No por ser los más habituales son los menos peligrosos. Aunque a muchos de ellos se les ve el plumero, otros son muy hábiles para conquistar a quien les conviene que, incluso, les llega a considerar buenas personas y confían en ellos. ¡Cuidado! Son muy inseguros, por eso se pegan a quien les conviene sin dar nada a cambio, salvo su sumisión incondicional a quien puede proteger su carrera profesional.

Quejicas

La queja es una protesta que esconde parte de razón. Si se convierte en un hábito puede infectar un grupo de trabajo, e incluso un departamento. El lamento de los quejicas es contagioso. Estos profesionales lo saben, por eso buscará aliados. No lo permita, sin duda irá en detrimento de su productividad: destinar esfuerzos a discutir algo que no merece la pena disminuye su energía para hacer otras cosas. Procure oír y callar… si contesta, está perdido.

Agobiados

Gestionar el tiempo no va con ellos. Siempre están hasta arriba de trabajo y estresados sin razón. Se ahogan en un vaso de agua y, si se descuida, acabará haciendo su trabajo mientras ellos siguen agobiados en actividades tediosas. Y, además, su estado de ánimo no ayuda… suelen ser pesimistas. Apártese de ellos.

Noticia extraída de: expansión.com