Muchas de las razones de diversificación no son causa suficiente como para embarcarse en un nuevo proyecto.
Después de una década de esfuerzos, esa empresa que lanzaste con más entusiasmo que capital ha conseguido hacerse un hueco en el mercado. Su posición dentro de su sector está hoy consolidada aunque, como contrapartida, el margen para crecer más es escaso. Por ambas razones, te estás planteando extender la actividad a un negocio nuevo y diferente. Pero las dudas te surgen. ¿Cuál es el mejor momento para lanzarse? ¿Debes limitarte a los nichos más cercanos? ¿Podría el nuevo negocio perjudicar al original? En definitiva, ¿te interesa hacerlo?
Tanto los expertos como los directamente implicados señalan que muchas de las razones que suelen empujar a la diversificación no son causa suficiente como para embarcarse en un nuevo proyecto. Estas son algunas de esas malas ideas para re-emprender:
1. El aburrimiento. Es una de las más habituales, aunque pueda parecer sorprendente. El viejo negocio está dominado y buscamos la emoción que nos da uno nuevo.
2. Los bandazos. Es lo peor que te puede pasar. Una actividad nueva y diferente va a reclamarte más horas de las que te gustaría. Evita que ese tiempo sea a costa de tu negocio primero, o, como comenta Carlos Blanco, cede la gestión de ese proyecto o empresa a otro líder “con suficiente peso como socio para que realmente esté motivado”.
3. Gastos crecientes. Querer apuntarse a las últimas modas y tendencias, aunque no tengan nada que ver con nuestro negocio, suele ser otra causa de proyectos fallidos.
4. Buscar el pelotazo rápido. Y, para ello, intentar tocar los más palos posibles sin buscar diferenciarte ni ofrecer calidad. Es el camino más corto para el pinchazo múltiple.
Para evitar esos bandazos es importante que antes de lanzarte hagas un análisis de cómo la nueva línea de negocio “se enmarca en las actividades actuales”, y de qué forma afectará a sus facetas comerciales, financieras y logísticas, según recomienda este experto. Viendo las posibles formas de diversificar, Dávila distingue dos grandes vías habituales:
1. Diversificaciones verticales. La empresa se extiende a nuevos negocios dentro de su propia cadena productiva: caso, por ejemplo, de un fabricante que empiece a abrir tiendas y vender directamente al cliente final, u otro que siga el camino inverso.
2. Diversificaciones horizontales. Frente al modelo anterior, la diversificación horizontal sería aquella en la que “aprovechando un recurso o fortaleza, se amplía el negocio con nuevas actividades relacionadas”, pero en un sector distinto. Un ejemplo sería el de Hot English. Conscientes del tirón de su revista entre los estudiantes de inglés, sus editores tomaron la decisión de desarrollar un método académico propio, y ofrecerlo en forma de clases para potenciales empresas cliente.
Noticia extraída de: emprendedores.es