El señorito está de viaje

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En plena tormenta financiera, cuando todos los días se baten récords negativos y con España ocupando editoriales en la prensa económica de medio mundo –ninguno de ellos muy optimista sobre nuestro futuro–, ha tenido que ser el ex presidente Felipe González quien hablara ayer de las medidas que han de tomarse para superar la situación.
 

 

En plena tormenta financiera, cuando todos los días se baten récords negativos y con España ocupando editoriales en la prensa económica de medio mundo –ninguno de ellos muy optimista sobre nuestro futuro–, ha tenido que ser el ex presidente Felipe González quien hablara ayer de las medidas que han de tomarse para superar la situación, porque Zapatero ni está ni se le espera. Ni siquiera para el consejo de ministros del viernes, que de nuevo dirigirá el cada vez más poderoso Rubalcaba. Mientras, el presidente nuestro anda de gira, primero en la Libia de Gadafi y luego visitando a su amigo Evo Morales, uno de sus grandes aliados en la política exterior.

Tampoco faltará un paseo por Suiza, pero no para acudir a ninguna importante cita económica, sino para promocionar la candidatura ibérica a organizar el Mundial de Fútbol y, por último, un aterrizaje en Buenos Aires y un abrazo con la viuda Kirchner, quizá lo más explicable de todo su periplo, porque cada vez son más los jóvenes españoles que viajan a Argentina en busca de un futuro que ya han desesperado de encontrar en su país. Toda una reedición de aquel emigrante de maleta atada con cuerdas, una imagen hace tiempo desterrada pero que el zapaterismo ha logrado resucitar.

Viendo cómo los micrófonos y los flashes se quedan con Felipe y Rubalcaba, puede quien haya pensado que el nuevo desastre del socialismo lo manejarán mejor los que ya tienen experiencia en bancarrotas nacionales, como son el sevillano y el que fuera su ministro portavoz. Claro que lo único que hicieron bien fue marcharse. Después de aquella época ominosa, las cosas –al menos en lo económico– cambiaron, pero sí continuó esa tradición presidencial de irse bien lejos cuando las cosas van mal. Al terminar su segundo mandato, a José María Aznar se le reprochaba que huyese de una situación política complicada y se refugiara en el rancho tejano de George Bush. Quizá a Zapatero también le gustaría pedir árnica en la Casa Blanca, pero sucede que desde que el famoso acontecimiento planetario se convirtiera en un chasco sideral, Obama se cuida mucho de dejarse ver con un tipo tan desastroso que sólo puede parapetarse en Bolivia y Argentina, dos potencias que quizá no sean las más adecuadas para ayudarnos a afrontar los coletazos más duros de la crisis.

Y, en fin, que en una de las semanas más decisivas para los bolsillos de todos los españoles, el presidente ha decidido ver mundo, que el señorito está de viaje y no puede ocuparse de sus responsabilidades inmediatas. Ni Merkel ni Sarkozy ni Cameron acudieron a la cumbre de Trípoli, en la que Zapatero se paseaba con esa soltura a la que nos tiene acostumbrados en los encuentros internacionales. Los mandatarios europeos que todavía cuentan deben de estar sorprendidos de que, en estas fechas –absolutamente críticas para nuestro futuro económico–, su colega español prefiera repartir dinero en Libia, y viajar luego a visitar los Gobiernos más radicales de Hispanoamérica. Tampoco es que puedan esperar grandes ideas de él, le han conocido presumiendo de superar a Italia, e incluso –con esa sonrisa escalofriante– afirmando que España iba camino de superar a Francia en renta per cápita. Ahora, su discurso es bastante distinto: no se cansa de repetir que no somos Grecia ni Irlanda ni Portugal, y a lo mejor se ha ido a Bolivia porque es el único sitio donde todavía le creen. Pero, mientras tanto, las dudas sobre la solvencia de España elevaron ayer el diferencial del bono español a 10 años respecto al alemán por encima de los 300 puntos básicos, un nivel jamás visto desde la creación del euro.

Noticia extraída de «La Gaceta»